miércoles, 19 de marzo de 2008

Los Hermanos Kairuz, Mis Amigos de "Fierro".

Nos conocimos en el barrio donde nacimos y fuimos creciendo juntos. Los hermanos Kairuz, vivieron primeramente en Dorrego y Belgrano y yó en Dorrego al 100, donde pasé gran parte de mi infancia junto a la abuela Lucy y Osvaldo. Ellos son Carlos, más conocido como "el negro" y Guillermo, a quien por su particular forma de ser apodamos "Isidoro". El "negro" desde temprana edad era un verdadero "demonio de Tazmania", audaz en extremo, además de decidido, era capaz de agarrase a piñas con dos pibes a la vez y ganarles limpiamente hasta ponerlos de espaldas o animarse sin dudar a trepar las paredes más altas poniéndo a prueba su increíble agilidad y audacia. En una oportunidad, "el negro", dirigió la demolición total de una vieja construcción abandonada que estaba en la calle Portugal. Esta travesura, quizás la máxima del pequeño "negro", fué noticia en uno de los diarios de aquella época. Recuerdo que con los hermanos Kairuz, íbamos muy seguido al cine, generalmente a ver las de "acción" que se exhibían en función continuada. Muchas de esas películas influenciaban notoriamente en la mente de "el negro" que a la hora de las peleas, siempre iba al frente como un gladiador sin temer a nada ni nadie. Los "combates" callejeros protagonizados por el "negro", la mayoría de las veces, se desarrollaban en las inmediaciones del llamado "Palihue Chico" una villa de emergencia muy temida que ocupaba una amplia extensión en calle Belgrano al 700, donde el arroyo Napostá era la "frontera" que dividía el sector. De un lado, habitaban los pudientes y en el otro, los "marginales" de aquellos años. La villa "Palihue Chico", fué erradicada completamente en la década del 70.
Viene a mi mente un episodio insólito que le tocó vivir o sufrir a Guillermo. Esto ocurrió, cuando concurríamos a las clases vespertinas de catecismo que nos daban en la Iglesia San Luis Gonzaga, y que eran necesarias y obligatorias para que tomemos la primera comunión. En aquel tiempo, la calle Espora donde aún está ese templo, no contaba con asfalto y cuando llovía, se juntaba tanto barro que para cruzar de una vereda a la otra, a modo de pasarelas improvisadas solían ponerse tablones. En la iglesia, acostumbraban a servirnos chocolate con bollitos y a esos encuentros o recreos, asistía un 90% de chicos provenientes de la villa "Palihue Chico", que olían muy mal y se percibía a gran distancia la falta de baño, jabón y desodorante. Un buen día, Guillermo no resistió el "tufo" insoportable y comenzó a vomitar pidiendo a gritos que lo saquen de allí cuanto antes. Los padres de los hermanos Kairuz, eran Juan y Tita. Juan, además de ser comerciante, también militaba en el partido Radical y cumplió funciones como Diputado durante el gobierno del Dr Arturo Illia. Siempre recuerdo a Tita, como a la madre ideal. En aquellos años, tener soldaditos de plomo, eran el valioso tesoro de cualquier chico de clase media. En una oportunidad, Tita y Juan, habían regresado de un viaje a Brasil y cuando fuí a saludarla, me entregó una caja y me dijo: "Tomá Pipo, esto es un regalo para vos". Cuando la abrí, en esa caja había un tanque, soldaditos y un cañón de juguete, todas réplicas originales norteamericanas y de la codiciada marca de juguetes "Dinky Toys". Con esta actitud, Tita me estaba demostrando que yo era para ella como un hijo más. Cada vez que iba a su casa, me recibía con su clásica sonrisa y además de ser una mujer muy coqueta, infaltablemente a la hora de "tomar la leche", solía colocar prolijamente sobre la mesa las exquisitas tortas y masitas caseras que ella misma preparaba. Lamentablemente, Juan Kairuz, pudo disfrutar muy poco de la casa de la calle Portugal, recientemente construída y que tanto había soñado para su familia. Aquellos tiempos audaces iban quedando atrás, nos íbamos haciendo adolescentes y los caminos de la vida nos separaron por un tiempo. No muy lejos, estaban los recuerdos de las intrépidas e inocentes "hazañas" de la infancia, las revistas "Mejicanas", "Patoruzú", el cine "matinee", el kiosco del señor Panero, que estaba instalado frente al Teatro Municipal y todo lo que formaba parte de la hermosa e irrepetible edad de los asombros. Los hermanos Kairuz, terminada la secundaria, se fueron a estudiar a Capital. Juan, su padre, falleció a una edad temprana y ellos ante este sorpresivo revés del destino, regresaron a Bahía para hacerse cargo del negocio que su padre tenía en calle Undiano. Carlos, "el negro", seguramente pudo haber sido un excelente abogado y Guillermo, un político exitoso. Con los años nos reencontramos y ellos, además de alentarme a que yo instale mi propia agencia publicitaria, también fueron mis incondicionales garantes durante todo el tiempo que estuve en actividad. Los hermanos Kairuz, en un momento, se destacaron como dos jóvenes empresarios que se adelantaron al tiempo. Los negocios que emprendían, además de inteligentes, eran sumamente revolucionarios para la época. Carismáticos y visionarios dejaron una huella de su paso por el mundo empresarial con emprendimientos muy importantes como el edificio "Monumental", "Galería Paseo del Angel" y el country "Pago Chico", una obra de anticipación que hoy muestra en la arquitectura de las muchas viviendas allí existentes, los resultados de muchos años de esfuerzo y sacrificio empleados para transformar ese predio en un hermoso ámbito pleno de belleza natural y recreación. Aunque nos vemos de tanto en tanto, ellos están incorporados a mi existencia como genuinos "amigos de fierro". "El negro" e "Isidoro", al igual que sus padres Juan y Tita o sus adorables tías porteñas; Serafina, Sara y Rosa unas "turcas" maravillosas y fuera de serie, que vivían con su hermano Ramón, un auténtico "Play Boy". Incorporo a mis sentimientos del ayer las figuras de Tita Redivo Y hoy a una madura y vital Graciela, esposa, compañera y el amor de siempre del "negro" que lo apoyó incondicionalmente en las buenas y las malas, fueron y serán hasta el fin de mis días, seres humanos únicos y queridos que además de las hermosas vivencias compartidas, me ofrecieron incondicionalmente lo mejor de sí, tanto en mi infancia como en los distinos tiempos y circunstancias que posteriormente nos tocaron protagonizar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pipo, excelente! Sin palabras!
Muy divertido tu relato y emocionante hasta el alma!
Una única corrección: la tia Fina se llama Serafina.
Besos
María Kairuz