lunes, 10 de marzo de 2008

La larga tristeza de la "Feliz" en los 90.

La ciudad de Mar del Plata es indiscutiblemente una de las más hermosas del mundo. Además de poseer un gran escenario natural, grandes avenidas, barrios arbolados, una importante y bien distribuída cantidad de espacios verdes, kilómetros de playas, construcciones históricas que se respetan a rajatabla, viviendas de mucha belleza arquitectónica, entretenimientos, una intensa y variada actividad cultural y una población estable que disfruta del aire puro, el cielo limpio y la poderosa energía proveniente del mar. Los comerciantes Marplatenses, desde siempre, han trabajado en pos del turismo que año a año llega a "la Feliz" buscando el placer de sus soñadas vacaciones allí. A partir del "uno a uno" las cosas fueron cambiando, lentamente y para mal. Se repetían los tiempos "de la plata dulce"con la diferencia que ahora "Charlie" nos estaba vendiendo que éramos ciudadanos del "primer mundo" y nó del "culo del mundo", como solían considerarnos en el gran país del norte. A partir de este nuevo gran cuento nacional, donde todos éramos rubios, inteligentes y de ojos celestes, el país se fué vendiendo lenta y sistemáticamente, como "las joyas de la abuela". Lo poco que quedaba de las fábricas, pequeñas o medianas y las industrias tradicionales de familia comenzaban a mostrar las heridas del "todo x 2 pesos".Mar del Plata intentaba resistir a los crecientes veranos solitarios. Recuerdo las extensas playas prácticamente vacías, al igual que las largas avenidas y calles desoladas. Ezeiza funcionaba a "pista caliente". El fenómeno de la era Martínez de Hoz, volvía a repetirse con aviones atestados de turistas que entraban y salían con rumbo a Europa, Estados Unidos y los lugares más insólitos del planeta. Muchos ciudadanos de clase media tuvieron su única e histórica posibilidad de sacarse fotos en la Torre Eiffel, estatua de La Libertad, Coliseo Romano, Disneylandia, etc etc. Quienes gozaron de este "minuto de gloria", bien sabían que esta oportunidad no volvería a repetirse y con los años, no les quedaría otra que resignarse a hacer turismo nacional. Mar del Plata no se entregó, trató por todos los medios de atraer a los pocos veraneantes que quedaban en el país, pero era muy difícil pelearla con un dólar tan barato. La gente que venía a vacacionar llegaba con escasos recursos y solo funcionaba todo aquello que fuera accesible para bolsillos "flacos". Uno de los sectores que más sufrió esta década fué el de la pesca. La zona del puerto alcanzó un pico de casi 90 mil desocupados, ante la imposibilidad de competir con los poderosos barcos factoría internacionales que pescaban libremente en nuestras aguas. La fiesta Menemista no se detenía. El "Jet Set" de cabotaje asistía fascinado al despilfarro de los amigos del poder que llenaban las páginas de las revistas chismosas dirigidas a las boludas con "ruleros", donde admiraban a Maria Julia en "bolas" y un extenso séquito de alcahuetes unisex amantes de la "Pizza y el Champagne". Mar del Plata estaba tan indefensa y "ninguneada" como una "Cenicienta". Y esto dolía, porque el ciudadano estable de esa ciudad es muy buena gente. No olvidaré a nuestros vecinos del Barrio Chauvín, a la gente de Canal 10, a Juan Carlos Quattordio, Julio Aro, "El soldadito de Malvinas" y otros seres humanos excepcionales e incondicionales con lo que trabajé y conviví durante muchos años.

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