domingo, 16 de marzo de 2008

3 de Octubre de 1991, Hasta pronto querido viejo Víctor. Te voy a extrañar.

Después del accidente cerebro vascular que había sufrido mi viejo, y de acuerdo a los pronósticos de Claudio, el neurocirujano y "Negrita" , los 3 años de sobrevida estaban a punto de cumplirse. En este punto me reservo relatar algunos episodios que Elvira, Virginia y yo compartimos con Víctor, que como anteriormente conté, se había convertido en un querido amigo y compinche. Esa relación felizmente despertó a partir del nacimiento de Virginia, y con el tiempo se fué fortaleciendo cada vez más. Aprendí a aceptar a mi viejo tal cual era, ya que detrás de su aspecto de duro, guardaba la inocencia y las travesuras propias de un niño grande. La sensibilidad y el amor de su chico interior lo volcó íntegramente a Virginia, su primera nieta a quién le dió todo y mucho más. El viejo contaba con una inteligencia natural y capacidad suficiente como para crear desde una batería para automóviles de duración casi eterna, armarme con madera, una réplica exacta de una ametralladora Thompson con cargador redondo o un avión bombardero B-17 en miniatura hecho con hojalata. Durante un tiempo se dedicó a fabricar acumuladores con su propia marca llamada "Comet" que vendió exitosamente y le daba buen rédito económico. Pero a Víctor la plata le quemaba los bolsillos y disfrutaba el día a día, haciéndola circular con el desprendimiento propio de la bohemia que lo caracterizaba. Felizmente pudimos hacer varios viajes con él que en realidad eran búsquedas de su pasado o lo que quedaba del mismo. Virginia podía poner una juguetería con todos los regalos que le hacía su abuelo. Tanto yó como Elvira conocíamos aspectos muy privados sobre sentimientos suyos relacionados principalmente con lo difícil que había sido su adolescencia y las huellas que las carencias materiales y afectivas marcaron su vida. Un año antes de su muerte, me pidió que le escriba un discurso de despedida. Quería que lo memorice y lo diga en el momento de su entierro y ante el público presente. A medida que se lo iba relatando me corregía algunas cosas y finalmente lo aprobaba diciéndome: "Está bien, este último me gusta, dejálo así ese es el que quiero".
Podría escribir muchos capítulos de las historias de Víctor, el coleccionista de tangos de Gardel que también con su memoria prodigiosa podía decir con exactitud a que hora y día, el "zorzal" había grabado tal o cual tango y de ahí pasar a relatar y escribir con su caligrafía perfecta e increíble precisión la apasionante "Historia de la Aviación Naval Argentina".
El viejo era muy capaz, pero lamentablemente no había conseguido encontrar su "lugar en el mundo" y se culpaba a sí mismo de no haber aprovechado ciertos momentos o no estar a la hora indicada en la estación por donde pasaba el tren de las oportunidades. Sí puedo asegurar que era un tipo sumamente divertido, bromista, ocurrente, autodidacta, muy querido por mucha gente e incapaz de joder a nadie. El tiempo vaticinado pasó demasiado rápido y una tarde, estando en la radio animando mi divertido programa de la tarde, me avisan que Víctor había sufrido un ataque y estaba internado en terapia intensiva. Mucho me costó llegar al final del programa. En mi ambiente siempre se habla sobre eso de "La función debe continuar". Esto, lamentablemente lo pasé en varias oportunidades y no se lo deseo a ningún colega. Yo sabía que mi viejo estaba grave y tenía que llegar como sea hasta lo último con el mejor ánimo, bien arriba y en lo posible, lograr que el oyente no se dé cuenta que el conductor está mal.
Terminé mi trabajo y recuerdo que al salir de la radio, una señora que estaba en la vereda me dice: "Pipo, que divertido sós, se nota que vos no tenés problemas".
Solo le sonreí amablemente y salí "volando" de la radio. Iba en un taxi y en el trayecto me acordé que debía pasar por el estudio de Ricardo Pollera para ponerle un cierre de audio a un video que debía entregar urgente al canal.
A los pocos minutos de estar en el estudio, recibo un llamado de mi hermano Jorge, donde me cuenta que estaban operando al viejo. Los muchachos de la productora trabajaron a mil para que pueda terminar rápido y salir urgente hacia Bahía. Estaba a punto de retirarme del edificio cuando en este llamado Jorge me hace saber esta vez que Víctor no había logrado salir de la operación y había fallecido a causa de un aneurisma de aorta.
Jamás olvidaré que Ricardo, al verme llorar me abrazó con fuerza y me dijo: "Hermano, Tito (su chofer) te va a llevar a Bahía en el Mercedes, vos no manejes y lleváte este dinero para lo que haga falta". No acepté los generosos y sinceros ofrecimientos de Ricardo y opté por viajar en el auto de Ernesto Figueroa, que era mucho más confiable y veloz que el Taunus que yo tenía entonces.
Esa noche de Octubre, ese viaje a Bahía fué una verdadera pesadilla, ya que estaba lloviendo torrencialmente y apenas podía distinguirse la ruta a causa de la densa niebla. Cuando llegamos a la empresa donde estaba mi viejo a los primeros que ví fué a mi tío Osvaldo que estaba junto a José "Titi" Trillini , subgerente de LU2 y Jorge Tirabasso, el gerente artístico de esa emisora. Recuerdo que posiblemente por causa de los nervios o la impotencia, lo único que se me ocurrió decir fué: "Viejo, sos un boludo, ¿porqué te fuiste sin darme tiempo?".
El velatorio de Víctor estaba lleno de gente. Habían concurrido muchos amigos míos que permanecieron en respetuoso silencio y ví también a políticos, responsables de medios de comunicación, vecinos, parientes, etc.
Con Virginia optamos por quedarnos solos dentro de una habitación pequeña que existe en la sala velatoria. A los pocos minutos de estar alli, tanto mi sillón como el de ella, comenzaron a moverse inexplicablemente. Virginia me miró al tiempo que me dice: "¿Viste? Son señales del abuelo, se está divirtiendo con nosotros". Ambos sentimos como se sacudían esos muebles y esto duró solo un par de minutos.
No nos sorprendió ese episodio. Contrariamente yo sentí una gran sensación de paz y nos dormimos hasta que amaneció. Indudablemente, aquello, para nosotros no era ningún fenómeno, sino una manifestación, donde Víctor, desde algún plano superior nos hacía saber que estaba bien. Esa misma mañana, en un cementerio privado y tal como le había prometido, pronuncié las palabras de despedida ante una respetable cantidad de personas y al terminar les pedí un fuerte aplauso para Víctor, el bohemio, el tanguero a ultranza, el bromista, el chico grande y travieso, el soñador y por sobre todas las cosas mi padre. Cuando estábamos a punto de salir del cementerio, yo estaba al volante y Virginia a mi lado. De pronto, una mariposa blanca y muy grande vino hacia nosotros. Se detuvo frente a mí, como en cámara lenta y se posó sobre mi mano izquierda y luego sobre mi pecho, del lado del corazón. Virginia tenía los ojos llenos de lágrimas y al ver a la bella mariposa blanca, con una sonrisa de tristeza exclamó: "Que lindo, el abuelo se está despidiendo".
Desde hace siglos, los humanos tenemos la esperanza de cuando llegue el momento de abandonar nuestro cuerpo enfermo y desgastado, los 21 gramos que pesa nuestro alma vaya a parar a un plano superior a éste. Todo dependerá supongo, de nuestros procederes. Y aún hoy, a Elvira y a mí, nos sucede que cuando estamos en La Plata, desde la radio surgen imprevistamente temas de Carlos Gardel. En Bahía,en el pequeño patio de nuestra casa, Elvira plantó una madreselva que a mi viejo le encantaba. Esa planta soportó durante muchos años nuestra ausencia y la falta de cuidados, pero cada vez que íbamos, las flores blancas aparecían mágicamente en cualquier época del año y como siempre, desde la radio, como señal de saludo surge el tango "Madreselvas en Flor" , que era y és el favorito de Víctor Palacio, mi padre, un personaje inolvidable.

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