martes, 25 de marzo de 2008

Todos estos hechos relatados, no habrían sido posibles sin la presencia a mi lado de una mujer incondicional e inteligente como ELVIRA, mi esposa.

La conocí cuando ella solo tenía 17 años. La recuerdo como si fuera ayer saliendo del bachillerato nocturno del Colegio Nacional de Bahía Blanca y caminando sin prisa y feliz en noches de invierno y bajo la lluvia. Además de su natural belleza y elegancia, lo que más me impactó de Elvira fué su amplísimo universo mental. Jamás soporté a las mujeres vulgares o mediocres. Elvira nunca me exigió nada. Por entonces, ambos nos buscábamos instintivamente motivados por la espontánea y sincera necesidad de estar juntos hasta el día siguiente. Pasábamos largas horas hablando de distintos temas que nos apasionaban a ambos hasta que nos sorprendía el amanecer. Siempre tuve la sensación que ella era una especie de mágico "Angel de la lluvia" que surgía con su propia luz desde la oscuridad nocturna y me seguía incondicional como si fuera mi misma sombra.
Con el paso del tiempo, aquella mujer niña se iba incorporando a mi alma, hasta que finalmente el nacimiento de Virginia, definió nuestra convivencia. Por entonces, nadie de mi familia ni de la de ella apostaba una mísera moneda por la durabilidad de esa relación que pronto cumplirá 38 años.
Puedo asegurar que nada nos resultó fácil en aquellos comienzos donde escaseaba el dinero y sobraban la esperanza y la confianza en nosotros mismos.
Tiempos de ilusiones plenas de riqueza en medio de carencias cotidianas y en los Elvira, lejos de amilanarse o resignarse me daba fuerzas y apoyaba con pasión mis ideales. Nos fuimos soldificando y creciendo en base al respeto mutuo, la comprensión y la perseverancia.
A los tiempos de bonanza legítimamente conquistados, también le sucedieron duros temporales que pudimos superar gracias al amor y la ayuda de Dios.
Siempre sostendré que no soy ejemplo de nada, me considero un vulgar ser humano que llegado el momento está dispuesto a declararse culpable y sin la necesidad de un abogado defensor a la hora de confesar sus pecados, porque la hipocresía nunca formó parte de mi forma de ser.
Elvira, me ayudó a no bajar los brazos y seguir siempre el sonido de mis voces interiores. Ella y Lucy, que son del mismo signo (Capricornio), además de llevarse maravillosamente bien, fueron y son mis más fieles admiradoras.
Felizmente , aún hoy seguimos "Viviendo de Sueños", y esto nos permite crecer, tanto en lo profesional como en nuestras propias vidas individuales unidas y asociadas al bienestar espiritual. Nadie nos regaló nada. Todo lo que logramos fué con esfuerzo propio y lo mejor que nos pudo ocurrir es no haber negociado aún en situaciones extremas con el facilismo, los políticos y la obsecuencia. A Elvira, además de su estímulo cotidiano, también le adeudo la aprobación de mis decisiones a la hora de priorizar ideales y nó el dinero. Por último, a Dios, además de los dones que me concedió, le agradezco que a esta altura de mi existencia, aún me permita vivir dignamente de esta apasionante profesión.

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