Meses antes que el ciclo del sapo "Sapienso" llegue a su fín, la empresa La Nueva Provincia, me propone ser editor y director de un semanario de verano. Esta publicación, era una idea de la dirección y estaba planificada para distribuírse en Monte Hermoso y Pehuén Có, dos balnearios muy concurridos y cercanos a Bahía Blanca. Los contadores Domingo Marra y Héctor Pedemonte, quienes además de ser los responsables de las finanzas de la empresa, también manejaban productos especiales, me asignaron esta misión periodística que no puedo dejar de mencionar. Esta propuesta laboral, además de presentarse como un nuevo desafío para mí, también significó un importante voto de confianza por parte de los citados profesionales ya que siempre me habían respaldado en cada uno de los emprendimientos que llevé a cabo durante el tiempo que colaboré con la empresa de la familia Massot, por ellos representada.
El semanario se llamó "Bronceado", un título excelente al que había que aportarle contenido. En aquellos años (1987), el diario La Nueva Provincia, contaba con la presencia y conducción de Federico Cristian Massot un periodista jóven, brillante e irreemplazable que le puso al periódico su sello inconfundible. Siempre lamentaré no haber conocido a Federico Massot personalmente, aunque estoy seguro que él, seguía muy de cerca el resultado de mi trabajo en cada aparición semanal de "Bronceado". Confieso que recién en el segundo número de esta publicación estival, pude encontrar una variante humorística que atraía sobremanera a los distendidos lectores en vacaciones. Me resultaba muy fácil y divertido escribir y armar cada edición, ya que contaba con la valiosa colaboración de Gustavo Lobo, un fotógrafo audaz e innovador que por aquél tiempo trabajaba en La Nueva Provincia y era el encargado de acompañarme a Monte Hermoso para captar una variedad de imágenes de turistas en diferentes situaciones. Las chicas bonitas y obviamente bronceadas eran nuestro principal objetivo. Una vez que teníamos seleccionadas las fotos que irían en cada número, nos reuníamos con "Pierino", que había regresado a la Argentina por 3 meses y era el encargado de ilustrar y producir esos "fotomontajes" que se lograban pegando dibujos y "globitos" de texto a las escenas fotográficas.(En aquella época no existía el maravilloso diseño por computadora). También me encargaba de inventar historias relacionadas con gente conocida, etc. "Bronceado" tenía precio de tapa y de acuerdo a los informes de distribución, la revista se agotaba el mismo sábado de su aparición. Trabajé muy cómodo y feliz durante los 12 números. Y tuve una amplia libertad creativa durante todo el tiempo que duró esta experiencia gráfica. El sol siempre fué mi "enemigo". Por alguna extraña razón, desde que era un niño, solía pasar los dos meses de verano junto a Lucy y mi abuelo en Mar del Plata o Monte Hermoso y allí descubrimos que no soportaba permanecer más de media hora en la playa. Cuando me encomendaron la misión de realizar "Bronceado", el fantasma del sol y las insolaciones, vino a mi mente y opté por redactar las notas de la revista durante la noche. Una semana antes de la aparición del primer número, fuimos a Monte Hermoso en un auto que recién había comprado y no conocía bién. En ese viaje breve, me acompañaba Gustavo Lobo. Recién habíamos salido de Bahía Blanca y nos disponíamos a ingresar en la ruta hacia el balneario, cuando con gran sorpresa, vemos que una lancha avanza velozmente hacia el vehículo (?). La escena era insólita. Yo estaba al volante, la lancha estaba a pocos metros nuestro y sin tiempo a tener miedo, le pregunté a Lobo si tiraba el auto a la izquierda o la derecha del camino. Lobo no me escuchó, estaba con su cámara apuntando hacia la cada vez más próxima y amenazante lancha y disparaba una toma tras otra. En medio de los "clicks" a repetición, opté por dar un "volantazo" desesperado hacia la izquierda y la lancha que se había desenganchado en subida de una camioneta, nos pasó a escasos centímetros y se estrelló descontrolada contra un alambrado. Indudablemente, no había sido aquel un buen debut. Lobo solo ansiaba volver al diario para revelar las fotos de lo que pudo ser un fatal choque de "locos". En otra oportunidad, estando en Monte Hermoso, fuimos a almorzar con Gustavo Lobo y el chofer que estaba a cargo del vehículo de la empresa a un conocido restaurante. Ese día se me ocurrió pedir ravioles con "tuco", algo que jamás pruebo, ya que siempre como las pastas a la crema. Casi a la hora de salir del restaurante, comencé a sentirme muy mal. Me dolía el estómago, estaba mareado y esto no era causa de haber bebido alcohol porque solo tomo agua o jugos. Opté entonces por ir a la habitación del hotel y comencé a empeorar. Recuerdo que apenas podía moverme, transpiraba, tenía fiebre y vómitos. Gracias a la rápida intervención del chofer de la empresa, que acudió en mi ayuda, llegamos al consultorio de un médico. El facultativo atendía en su casa y la sala de espera era un garage, que estaba lleno de gente con problemas de todo tipo. Como allí no había sillas disponibles me senté resignada y pacientemente en el suelo. Al interminable rato de estar allí, aparece una mujer que supongo era enfermera y secretaria y pregunta; "¿Quién está peor?". En medio de mi estado "fatal" de salud, alcancé a levantar una mano y como un estúpido solo atiné a decirle; "Creo que yó, pero...Esa chica está peor". Finalmente y cuando salió la chica del consultorio, me tocó a mí y el médico después de mirarme un par de minutos me dice; "Hummm, que mal lo veo, mi amigo".
El doctor me revisó y diagnosticó intoxicación, posiblemente por el "tuco" que me dieron en el restaurante. Con una inyección recetada comencé a sentirme un poco mejor, aunque esa indisposición me tuvo mal durante casi siete días.
Mi misión finalizó con el número 12 de "Bronceado"."Pierino" partió nuevamente hacia España y vendrían nuevos capítulos en mi "Vivir de Sueños".
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